Oda al toilette

21.05.2011

Una vergüenza. UNA AUTÉNTICA VERGÜENZA.

¿Qué pasa por la cabeza de algunos profesionales que se hacen llamar ‘arquitectos’ para tratar así de mal los cuartos de baño? ¿Qué les han hecho ellos? Según las estadísticas, los seres humanos pasamos una media de dos semanas al año encerrados en estas pequeñas habitaciones.

Diseñan una diminuta estancia en la que pasamos 14 días enteros, y no incluyen cama ni nevera. ¿Cómo pretenden que estemos más días? Normal que sean catorce. Es un fallo de concepto. Y no solo por las reducidas dimensiones de las que disponemos para aguantar dos semanas, si no por la ubicación de los mismos. Todos conocemos dormitorios con vistas al mar. Cocinas y comedores que dan lugar a amplias terrazas bajo la sombra de los pinos, logrando una inercia térmica adecuada para las estaciones más calurosas. Piscinas sobre un acantilado en las que reflexionamos sobre nuestra insignificante existencia observando el horizonte. ¿Y qué pasa con los baños? Encerrados entre cuatro tabiques, en muchas ocasiones sin una triste ventana. Los cuartos de baño son los amigos feos y aburridos de los que nos avergonzamos. A los que nunca sacamos de fiesta, y si se enteran y no queda otro remedio; les dejas sujetando el cubata mientras ‘vas al baño’ y regresas pasadas cinco horas.

¡Por el amor de dios, he visto despensas más grandes!

Además, es contraproducente. Todos sabemos lo importantes que son los aseos. Miles de personas en redes sociales muestran lo orgullosos que están de sus cuartos de baño. Aparecen en infinidad de fotos, y para que no sospechemos que nos quieren dar envidia mostrándonos el aseo, disimulan poniendo morritos o enseñando escote. A mí no me engañan. Sé cuál es la verdadera intención de la foto: que veamos el alicatado de flores o el papel de patos que decora la pared.

Porque a todos nos gusta coleccionar cosas; cajas de cerillas, latas vacías de cerveza, dedales del mundo o envoltorios de chicle Boomer. Pero un baño sin frascos vacíos, no es lo mismo. Esa incertidumbre a la hora de elegir champú y no saber cuál es el que contiene las últimas gotas de producto… Que como ya se acabó hace dos semanas, le pusimos un poquito de agua y sale helada sobre nuestra cabeza. Pero los frascos siguen ahí, forman parte de la decoración del baño. Como los canutos de cartón sobre el retrete.
Hay cosas contra las que no podemos luchar.

El cuarto de baño es sagrado en nuestra vivienda. Por eso, cuando tenemos que hacer uso de él en casa de algún conocido, y no queda más remedio, lo empezamos a pasar mal. Hay que dejarlo como estaba antes, no puede cambiar lo más mínimo. Y ante un retortijón de última hora, no podemos hacer nada. Los nuevos olores que aparecen en la pequeña estancia hay que contrarrestarlos con LO QUE SEA. No vaya a tener que utilizarlo alguien en un breve periodo de tiempo, y se descubra el pastel. Así que hacemos acopio de todo nuestro ingenio para utilizar la primera colonia que encontramos y rociar el aseo como si estuviéramos desinfectándolo de insectos. El resultado de la operación es casi peor que el hedor inicial, así que no queda otra que huir y rezar para que nadie entre allí.

Podría explayarme mucho más, pero alguien llama a la puerta y no veo frascos de colonia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *